sábado, 20 de diciembre de 2008

Volver al Futuro

Nací y me crié cerca de la Panamericana. Ya perdí la cuenta de las tardes que he gastado contemplando lo que, por entonces, me parecía uno de los mas grandes desafíos...estar entremezclado con esa suerte de maraña informe que iba y venía por la gran ruta sin que nadie sepa, mas que los mismos que indivudualmente conformaban esa maraña, de donde ni hacia donde.
Tiempo mas tarde, cuando los beneficios de la educación o simplemente la evolución misma, me regalaron la dicha de asociar ideas y conceptos resolví, en lo que en ese momento asumí como el mayor ejercicio de abstracción del que era capaz, que la vida era ni mas ni menos como una gran Panamericana.
En algún momento de nuestra adolescencia o juventud, de manera mas o menos conciente, decidimos llenar nuestra mochila con espectativas, sueños y metas y dejamos la colectora para subirnos a la gran ruta, para subirnos a la vida.
Como en la Panamericana, sabemos adonde queremos llegar y de donde partimos pero dificilmente podamos estar seguros si llegaremos, cuanto mas tarde o mas temprano podremos llegar y si por ventura del destino (que es como un alter ego de la vida) no estaremos obligados a bajarnos por un rato de la vida o tomar una ruta alternativa.
Así mientras vamos conduciendo por la vida, algunas veces con el volante en nuestras manos y otras obligados a ser acompañantes, se presentan momentos o circunstancias en las que te sentís mas cómodo (porque, creo yo, encajan con esos sueños y metas que te propusiste al subir a la ruta) o molesto, incómodo, fastidiado. Tal como podría pasarte en la Panamericana si al encontrarte con un atasco de tráfico justo quedaste parado en la fila que avanza o en la que (la puta madre) no avanza.
Hoy desayuné con Tere y los chicos (Julieta y Matías), fuimos con los pendex de compras y recibí un "bueno, dale" cuando invitamos a mamá a almorzar con nosotros.
Cuando salimos del restaurante en la puerta estaba el De Lorian, con Marty Mc Fly y el Doc Emett Brown que me obligaron a subir.
Todavía, luego de mas de dos horas que el De Lorian aterrizó en la puerta de casa, estoy tratando de adivinar porque Marty y el Doc se miraban y se sonreían burlonamente entre ellos mientras me miraban por el retrovisor.

Episodio 1

Lo que mas recuerdo de aquella mañana de septiembre del 96 no es el viaje en auto hasta el aeropuerto de Salta, sino la vuelta. Jaquy se había ido a Buenos Aires con los chicos y esta vez ya no volvería. Lo que no se me borrará nunca es aquella extraña sensación de haber ido a Salta casado y una hora después volver a San Pedro estrenando mi estado de separado.
Siguieron camionadas de peleas, primero cargadas de reproches mutuos buscando cada quien ser el menos responsable luego, por ese fatalismo inexorable que tienen las separaciones, nada mas que por plata.
Mal negocio el de la separación, pero peor negocio es una segunda separación.
Años después llegó Tere y casi sin darme cuenta, un día también de septiembre pero del 2006 me dejó dos vasos, dos platos, dos cubiertos, un amigo menos para mi y un novio nuevo para ella y la ausencia de su imagen viva en el espejo (perdón Sabina por el plagio)
Como en la vida todo tiende a compensarse, ella también se quedó, en este caso, con una clienta menos en su negocio y una novia nueva para mi de la que, prometo, no faltarán datos en adelante porque, de verdad, no tiene desperdicio.
Segunda separación, casa vacía, toneladas de dudas y a juntar los pedazos, apagar el incendio, tranquilizar el alma y ver como se empieza de nuevo.
De eso se trata en defintiva, de ir descubriendo, entre historias y reflexiones, si se puede empezar de nuevo luego de los 45 y dos divorcios o si hay que rendirse al avance de la panza, ya no preocuparse por el desodorante ni mucho menos por el cepillo de dientes, total el odontólogo lo paga OSDE.
Nos estamos viendo.
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